Diez minutos en la cabeza de una chica con bulimia
“Me miro en el espejo y no me veo. Miro mi reflejo y la figura que tengo delante no la reconozco. Cambio de postura y los defectos de esa silueta no dejan de aumentar. Me pongo de lado, meto barriga, yergo la espalda y sonrío. Me pregunto ¿por qué no se puede vivir en apnea? ¡Así me gusto más! Como si en mi vientre no hubiera órganos, las costillas bien marcadas y el pecho bien hinchado. Suelto el aire. Como un globo la imagen perfecta desaparece, hinchándome de nuevo en este cuerpo que no quiero ver. El espejo, mi gran amigo y mi cruel juez, no deja de seguirme. No puedo dejar de mirarlo. Salgo despechada del vestidor, mala suerte la mía que justo me tope con la cocina. De repente, rabiosa por esa imagen que justo acabo de ver, acecho la nevera en busca de una sensación que traiga calma a mi malestar. Como. Como más. Me levanto y vuelvo a comer. Ni siquiera siento el sabor de lo que estoy tragando. No mastico; solo trago. Delante mía solo queda un plato lleno de migas. Me levanto, lo friego y elimino las pruebas del crimen. ¿Qué he hecho? ¿Cómo he sido capaz de hacer tal pecado? He comido. Avergonzada vuelvo a mi vil espejo. Efectivamente ya estoy más gorda. Veo exactamente donde se han depositado esas calorías que acabo de ingerir. Tengo que poner remedio a esta catástrofe. Corro al aseo y no salgo hasta no haber devuelto cada gramo. Me lavo, mi cara está roja, estoy hinchada, mis ojos craqueados y llorosos. No pasa nada, sonrío. ¿Y ahora? Salgo a la calle, no tengo fuerza, mi cabeza duele y mi barriga más. Mi garganta está desgarrada, pero a mí me da igual, ahora estoy más flaca. Es mi secreto y nadie lo va a saber, al fin y al cabo, es mi cuerpo y hago lo que quiero”.
Este breve relato es lo que pasa por la cabeza de una persona con TCA. ¿Asusta? Sí, y mucho.
Las personas que sufren de TCA, ya sea anorexia o bulimia, manifestando el problema con atracones o rechazando la comida, están viviendo constantemente un duelo interno. Una guerra con el espejo, un desafío con la báscula y enfrentamiento constante con su peor enemigo; uno mismo.
En nuestra sociedad los cánones de belleza se ven marcados por las redes sociales, la moda y el maldito Photoshop. La búsqueda constante de la aprobación social y la necesidad de pertenecer a un grupo son estigmas con los que el ser humano vive. Sufrir un TCA está fuertemente relacionado con nuestro entorno, colectivo o familiar.
El perfeccionismo y el ser demasiado exigente con uno mismo son marcadores comunes a la hora de diagnosticar un TCA. El ejercicio físico extremo, el excluirse de la vida social y encerrarse en uno mismo también son pinceladas de que algo está sucediendo.
Si sospechas que tu hijo o hija pueda estar entrando en un TCA lo mejor que puedes hacer es buscar ayuda. No juzgues, no te enfades y no obligues a comer. Esta persona necesita ayuda, necesita ser comprendido/a, acompañado/a y sobre todo apoyado/a. El señalar el problema constantemente solo empeorará la situación. Recuerda que este es un problema que deriva principalmente de la no aceptación de uno mismo, de la poca autoestima y del poco aprecio que uno tiene de su ser.
Busca ayuda profesional. Los equipos de psicología y nutrición colaboran en este tipo de situaciones. Por un lado, trabajando sobre el lado emocional y psicológico y por el otro, ofreciendo una educación nutricional que ayudará a entender los pilares de una buena alimentación.
Si tienes dudas sobre cómo afrontar este proceso, necesitas información o necesitas ayuda no dudes en contactar con nosotros en Més que salut Dénia. Carrer de Ondara s/n, Denia o llamando al 631328074.